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viernes, 27 de noviembre de 2009

Héroe del día

Por fin una noticia del periódico me saca la sonrisa. Sin haberme tomado el café todavía, fíjense lo que les digo.
Érase que se era un autobús de línea interurbano. Para ser más concretos el Portillo de Málaga-Torremolinos, que llegará más lejos pero eso no tiene importancia.
El conductor decide llamarse desde el incidente José Luis; se ve que el anonimato sin más ha pasado de moda y ahora puedes llamarte de otra manera, aunque no acierto a adivinar las razones por las que alguien se haría llamar José Luis por propia elección, ni por preservar el anonimato. Tal vez yo me hubiera puesto Anaximandros, pero es cuestión de gustos.
Pues allá que te iba José Luis con su respaldo de bolitas cuando detuvo su autobús en una parada y subieron unos niñatos enclenques y chusmones a más no poder que, pretendiendo ya vacilarle desde el primer momento, quisieron colar a uno sin pagar.
Y José Luis, rrrrrrrrrrrrrrrrrrrá, tú dónde vas, aquí abonando el billete, hombre ya.
Y el niño vacilón, ira el vieo, zi yo no me via colá shalao! Te quié ir.
Abonando, repitió José Luis. Y abonó, pero con guasa.
Fueron los mozalbetes insanos a montar el cisco en la parte trasera del bus, sin duda la más apropiada para ello, y entre gritos, insultos y fanfarronería sacaron sus botellas de whisky, sus vasos y sus porrillos para fumar. De vez en cuando alzaban una voz para alegrar los tímpanos de nuestro José Luis gritándole hio puta, me cagon tus muertos tos, pero José Luis mantuvo la templanza. Sólo un poquito. Sólo hasta el semáforo.
Se giró sobre sus bolitas y haciendo pausas a lo Clint Eastwood, impostando la voz, dijo:
- A ver, aquí no se bebe ni se fuma. Si no, os bajáis ahora mismo del autobús y a tomar por culo.
La avalancha de gritos adolescentes con ese tono entre gutural animal y rechinante en las inflexiones por el cambio de la voz no se hizo esperar, y le lanzaron hielos y vasos de plástico y bolsas de los chinos, riéndose sin parar.
Y hay que ver lo que fastidia que se rían sin parar. Guturalmente además.
El semáforo se puso en verde.
Los usuarios del bus murmuraban indignados, pero no actuaban. Tal vez confiaban demasiado en José Luis o querían llegar a su parada cuanto antes sin llevarse un botellazo en la cabeza.
José Luis pensó por un momento: "anda que aguantar a estos hasta Torremolinos... Fíjate que mala suerte, justo cuando me incoporo al trabajo tras dos semanas de baja por la agresión de otro usuario de la quinta, que me endiñó tremendo puñetazo en la boca del estómago y me dejó tirado como una bayeta. Fíjate qué mala racha, me cago en la puta de oros. Pero esto no se queda así"
Yendo nuestro héroe por la carretera de Cádiz a la altura de El torcal, maniobró vertiginosamente hacia la derecha y dejó el patinazo justo junto a las vallas que delimitan una de las incontables obras del plan E. O del metro.
Cómo! Qué! Cuándo! Todos consternados.
Pero este hombre dónde va. Una chica se puso a darle con afán al botón de parada solicitada, por si había sido ella la única en darse cuenta del craso error cometido por J.L. y la única que podía salvar la vida, a estas alturas claramente en peligro, en plan Speed.
Encaró la calle más transitada del barrio a una velocidad considerable (considerablemente alta) y esquivó cuantos coches en doble fila pudo hallar a su paso que debieron ser unos 300 o 400. Curvas cerradas, - hio puta, cabrón, ónde va-, retrovisores rozando retrovisores -que te voy a matar, te voy a buscar y te voy a matar a patás cabrón de mierda-, claxonazos de otros coches amenazando sus chapas contra las del majestuoso Portillo -me voy a ir pa ti, mamón, me voy pa ti- y, por fin, justo cuando la policía iba a pararle por andar haciendo el hollywood fuera de la ruta, la comisaría.
José Luis abrió la puerta delantera que chirrió como las tablas de la entrada de un Saloon y les dijo a los policías que le miraban sorprendidos desde medio metro más abajo:
- Agentes, aquí les traigo a unos chavales que la estaban montando buena. Hagan con ellos lo que crean menester, que tengo que llevar a esta buenas gentes a casa con sus familias.

Los agentes hicieron apearse a los delincuentes juveniles y los llevaron adentro a indentificarlos y ficharlos por alteración del orden público.
José Luis se despidió llevándose la mano al lugar donde podría haber habido un sombrero, y recibió el caluroso aplauso de los usuarios que, enfebrecidos, le hacían la ola y se acercaban a palmearle la espalda, dolorida por las putas bolitas.

FIN

lunes, 9 de noviembre de 2009

El saber os hará libres

¿Cómo lo ves? ¿Qué te parece?
La filosofía nació del ocio y el ocio, más que al contrario, es la negación del negocio.
Por lo tanto, no se puede vivir de la filosofía.
Pero héte aquí que la filosofía es el amor (filo) al saber (sofía), y a ver qué negocio montas si no sabes de la misa la mitad. Porque hay que saber mucho, y digo más, hay que saber más de la cuenta, que en ello van las perras, las gordas y las chicas, que al final se llevan Mercadona o Zara en un ciclo vital humano que deja en esquijama al rey León.
Hay que saber, nos dicen y nos decimos, porque en la formación está la clave, y también en tener un facebook molón. Pero en plan cartesiano, hay que empezar por el principio y decir a lo Sócrates "solo sé que no sé nada" para empezar a dudar de todo, incluso de la omnipotencia de las redes sociales. Te pones a empezar, empezando por buscar un lápiz con punta o, en su defecto un lápiz y un sacapuntas, y una papelera, para la virutas. He ahí el principio del saber.
Se necesita también el deseo de saber, cuyo origen en los tiempos que corren se encuentra en:
1. El desempleo
2. La necesidad imperiosa de ligar cuando dios no da otras armas (belleza, dinero o sentido del humor)
3. La modernez
Sea como fuere, si llegamos a desear saber y no se nos pasa al cabo de unos minutos, debemos afrontar que ya somos un poco filósofos. Una vez sopladas las virutas del sacapuntas nos hallamos ante las grandes incógnitas de la vida. Por qué vivimos, para qué vivimos y cómo es que estamos o somos aquí. O allí.
Básicamente por qué todo.
Como ya es extendido, si sólo pones "por qué" en Google, siendo este lo que es, peta. Y si no lo hace debería. Por lo que debemos encontrar nuestros propios caminos hacia el descubrimiento del sentido de la vida, aunque no debamos olvidar beber de las fuentes de los ancestros, y con esto me refiero a cuando tu padre te decía "porque sí, porque lo digo yo".
De entre todos los "porque sí, porque lo digo yo" podemos apreciar la evolución del pensamiento desde los primeros griegos aburridos en la plaza comiendo pipas (los presocráticos) hasta los últimos coletazos de la bioética, la psicoantropología, neuroestadística y demás que mezclan churras con merinas que es un primor, obsérvense casos como Jose Antonio Marina o Punset. ¿He dicho Punset? Bueno, como todo lo dudo, démosle el beneficio de la duda y aceptemos barco como animal acuático.
De todas las escuelas filosóficas de todos los tiempos podemos extraer un denominador común: no trabajaban ni uno. Pero ni uno. De ahí podemos deducir según el método hipotético deductivo que hambre no pasaban, porque entonces otro gallo les hubiera cantado. Me imagino yo a Montaigne mirando al cielo embelesado justo antes de recibir tremendo collejón por parte del patrón, a trabajar, jodío, que me tienes contento. Si no trabajaban para subsistir (como unos millones de personas en estos momentos en el territorio nacional), vivían más allá de la supervivencia, es decir, supersobrevivían, y el exceso de vida los llevaba plantearse la ídem. Cómo es eso, me pregunto y tal vez se pregunte usted, cómo es que la vida en dosis altas se busca las cosquillas a sí misma? Pues por la muerte.
La muerte está siempre, pero a veces no se ve, como el polen.
Y el exceso de exposición a la vida te hace alérgico a la muerte que de repente descubres que está blowing in the wind.
Como animales racionales que somos hemos recibido una dosis elevada de vanidad, porque el secreto del raciocinio es la noción del yo. La vanidad no hace nada contra la muerte, como la piedra contra el papel (que es algo que me he preguntado yo mucho, que por qué el papel puede con la piedra, no sé) y ante este muro insalvable de la extinción nos venimos abajo como el arcoyano cuando al final lo bajaron a tercera regional. Qué hacer, qué hacer? se preguntan los ociosos filósofos de todos los tiempos, y mientras le dan vueltas al tema elaboran sistemas complejísimos, casi como juegos de rol, en los que la realidad lo es y luego deja de serlo para ser pura idea, donde Dios existe y luego ya no, y donde el hombre puede ser lo mejor y lo peor de la naturaleza, y a veces las dos cosas. Dependiendo de la tirada de dados y de las cartas de defensa, ataque, magia o poder que tengas en ese momento.
Como en todo, los que se inventaban el juego rompían las reglas, y los que se las habían aprendido concienzudamente no querían ni oir hablar de una versión nueva o extendída, porque no, porque eso no es así.
Ahí téneis el secreto del éxito de lo peor de nosotros.
Una vez que hemos bebido de los ancestros y hemos aprendido a decir porque sí y porque no, dejamos a la muerte para luego y nos planteamos nuestro lugar en el mundo.
Qué es el hombre en el orden del universo? Aaaamiguito, ahí te quería yo ver. Te creías tú algo con tu lápiz recién afilado. El hombre es la cagada del bicho que digiere las heces de las cucarachas que degluten los depósitos de los murciélagos que anidan las más oscuras y asquerosas cuevas del vasto universo.
Es una teoría. Hay otras, pero son menos desagradables y no quedan tan bien. Otras como el caso de los judíos que son el pueblo elegido o de ese tío/a que tú conoces, ------, que se cree el centro del universo (rellena la línea de puntos).
En este punto va entrando la ciencia por la rendija de la puerta. Y ya se sabe, cuando la ciencia entra por la puerta, la filosofía salta por la ventana. Qué podemos hacer y cómo lo hacemos, para hacernos con un sitio dentro de este algo incomensurable que, por cierto, qué es.
En la ciencia el porquesí y el porqueno van un poco más camuflados; suelen llevar todo un séquito de secuencias lógicas  por delante y por detrás, para despistar de la posibilidad de que lo que va en el centro sea un truño muy gordo. Al contrario que los extraños compuestos dogmáticos que nos permiten luchar (o no) con nuestra finitud, los compuestos científicos son flexibles y se van modificando a lo suavón, como el que no quiere la cosa, para que dé la sensación de que siempre fueron como son ahora. Pero, todo hay que decirlo, sus manifestaciones reales son mucho más predecibles que las de los compuestos dogmáticos. Con esto quiero decir que si os ponéis malos que vayáis al médico, no seáis tontos, que además la ciencia tiene un poder que no tiene, por ejemplo, la iglesia en estos momentos: el sagrado poder de la baja laboral.
Durante un tiempo estas dos fuerzas luchaban entre sí como perrillos juguetones, más por hacer el aspaviento que por luchar de verdad, y ahora son uña y carne: no se hablan de lo que les pone de mala leche y por lo demás se llevan bastante bien.
Existe ahora esa hermosa posibilidad hermafrodita de la neurobiología que permite compaginar la búsqueda de la felicidad y el sentido de la vida con las conexiones neuronales, los efectos de las hormonas y las reacciones bioquímicas. Con esto tienes el kinder sorpresa, algo nuevo, un chocolate y una sorpresa.

Aparte de esto, la democratización de la cultura ha permitido que la elaboración de compuestos filosófico-científicos haya proliferado que es una barbaridad. Las plataformas de expresión ya no son sólos bancos del parque donde uno se pone a tocar la guitarrilla o a gritar "arrepentíooooos"; ahora puede uno decir lo que le parezca y combinar bebidas alcohólicas destiladas con fermentadas como si tal cosa, a la buena de dios.
Esta circunstancia hace que una tontalaba como, no sé, por ejemplo, yo, tenga recursos para florearle a los ancestros sus horas de trajín filosófico y se ponga y haga el pardillo ya no con un lápiz sino con un ordenador (qué vergüenza, es que la gente ya puede tener de todo), por puro ocio, pero sobre todo para no tener que planchar.
Qué hacéis, oh, vosotros, ahí planchados (la conciencia me llama, maldita educación judeocristiana), sin darle a la sinhueso como si os fuera la vida en ello? Por qué no habláis al unísono entonando puesyocreos y amimepareces como si no hubiera mañana? Pero qué digo, ya lo hacemos, y además con agonía, con estrés postraumático, con delirio, y a veces soltamos unas cagadas de proporciones atléticas.
Para muestra un botón.
Pero ya no podemos parar, poseídos por el ritmo ragatanga, enfebrecidos y dopados por los comentarios de otros que a veces, incluso, nos critican, qué subidón.
Yo no pienso en otra cosa, sobre todo desde que mis últimas dos entradas han cosechado 0 comentarios.
Pero sin rencores, málditos bastardos! Que aquí no ha pasado nada! Sólo les incito a que elaboren sus teorías manufacturadas en casa y sin documentación ninguna porque, amigos, el saber (más que la verdad, fíjate) os hará libres.
Y el dinero os hará ricos, os quitará de trabajar y os pondrá a pensar en cosas, y de nuevo el saber os hará libres pero esta vez con pasta, así que no olvidéis echar un cuponcito.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Una tele

Estamos de estreno.
He cambiado mi cajonaco gris metalizado de 22 pulgadas con unos 50 cm de profundidad en el que se veía la TDT a saltos, como si la tele estuviera gangosa, y la analógica con más nieve que el Himalaya cuando los sherpas murmuran para sí que vaya si está haciendo frío este invierno, por una fullHD de 32'' de LG, en la que los muñecos se mueven con una gracilidad felina y donde no se escapa un poro abierto en un plano medio. Me he quedado fascinada.
Estoy como loca por probar los dvd de Planeta Tierra para ver cuán suavecitos pueden parecer los lomos de los delfines en mi recién limpia ventana al mundo.
Qué será lo próximo, un baño nuevo? una lavadora que no se alimente con los aros de mis sujetadores? una aspiradora tal vez? una thermomix? adónde voy a llegar...
Durante un segundo, tras admirar una vez más lo suave que se deslizan las ondas acuáticas que rodean el símbolo de Xbox, he pensado en voz alta: ¿nos estaremos aburguesando?
Por toda respuesta, Miguel, sin pensárselo dos veces ha dicho: Claro, tía.
Claro, tía. Es como: ¿pero alguna vez pensaste que no eras lo que eres o que tenías otros planes? Fue como un "madura de una vez" dicho con buenas maneras, y a mi se me vino el alma a los pies.
Ya tengo la tele de plasma que tanto ilustra mis discursos después del vino cuando tomando aire suelto de carrerilla que los españoles nos creímos que esto era Jauja y que iba a durar para siempre, comprando chaleses y coches y ... sí, teles de plasma. ¿Me sirve de algo mencionar que lo mío es un LCD?
Ay, dios, si yo quería viajar, conocer mundo, hacer amigos raros, vivir en sitios feos con velas, drogarme más, cantar más, leer más, robar más libros que leer, en fin... debí empezar a sospechar que mi predilección por el agua caliente y la luz eléctrica conseguirían ponerme a trabajar en lo que viniera. Al menos tuve la suerte de que me viniera un trabajo en una librería, con posibilidad de descuento y un fenómeno que es un regalo del cielo al que en la tienda llaman "nota de examen" o "llévate un libro y ya cuando eso lo traes".
Puedo enfadarme y juntar la boca con la nariz para decir: "pero es que yo lo quería robaaar..."
Claro, tía.
Haz inventario, me dice mi yo malo, que no es tan malo, es más de dar por culo que otra cosa.
Hago inventario: primero fue el piso (primero y último, que lo termino de pagar cuando dios empieza a bostezar y mira el reloj para ver si ya queda poco para el apocalipsis) y después las estanterías de ikea. Después vinieron las sartenes de teflón, el colchón de viscolástica, el portátil, la conexión a internet, la lámpara graduable, la plancha de supervapor... y ahora la tele. Y me digo (pongan ahora a esto acento de pánfila total) " nos estaremos aburguesando?"
Claro, tía. No se podía decir de otra manera.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Voyeur

Tengo un defecto, aunque podría llamarlo una capacidad, y es que soy un poco voyeur.
Aunque no como los tipos que se pasean por descampados buscando coches con vaho, no he llegado a esos niveles de momento.
Mi voyeurismo es más abstracto, más meditativo. Es más de mirar a una señora llevando el carrito de la compra y seguirla con la mirada hasta que busca las llaves en el bolso, abre la puerta del portal y desaparece. Es más de irme enganchando a las estelas de lo que hay alrededor o utilizando el lenguaje técnico de mi madre, estar en babia.
Yo le explico a mi madre que no estoy en babia, sino en pleno despliegue cognoscitivo, que lo mío es pura capacidad analítica continuamente expuesta a miles de estímulos diferentes. Mamá, yo es que es como si mirara por las gafas de terminator todo el rato.
Mi madre me mira y se va, y el suspiro se le queda dentro porque tiene cosas que hacer.
Suelo seguirla para ver qué hace, pero ella me aspavienta con la zapatilla.
Creo que el mironismo mío viene de tanta afición a la tele, al cine o a los libros. Es que soy audiencia innata, espectadora por defecto de todo aquello que acontece a mi alrededor. Ya ven que me meto en sus vidas con toda mi cara leyendo sus blogues y que sólo escribo el mío de pascuas a ramos. He llegado a la conclusión, casi como Lennon, de que la vida es aquello que les ocurre a los otros mientras están ocupados haciendo planes, y es la mar de divertido.
Por otro lado, de tanto mirar, con el tiempo he ido adquiriendo un sentido estético de la realidad que me hace admirarla o repudiarla según la forma que tome. Tiene algo que ver con mi dignidad.
Quiero decir que por ejemplo, en el supermercado una señora se agacha y muestra a la audiencia que su idea de leggin o pantalón pitillo tiene más que ver con unos pantys y que aquello que muestra, oh, horror, dolor, estertor de muerte, son efectivamente sus bragas a través de unas medias de brillo y eso me indigna como para un duelo al amanecer.
A cambio, mi capacidad me da la oportunidad de tomar la belleza de sitios insospechados, como un ladrillito de piscina, un cromo de fútbol o unas gafas de pasta de colores.
La mayor parte del tiempo no me conformo con ver y analizar con mis gafas terminator todo lo que tengo a tiro, sino que además añado cosecha propia y razono destinos lógicos o estéticamente adecuados a cada cosa, persona o animal del gran casting que es mi ojo escrutador. Suelo equivocarme de plano, por lo que he podido comprobar, porque la realidad supera a la ficción sobre todo en mala leche. La vida tiene peor condición que yo para otorgar destinos.
Alguna vez me he preguntado si habré escarmentado alguna vez en cabeza ajena. Supongo que muchos de los consejos que doy con alegría nunca los recibí y que algunos de los casos clarísimos de inmoralidad o de reprobación con chasquido de lengua están cogidos con pinzas porque nunca supe que se sentía en tales casos. Pero aún así supongo mejor imaginar cien latigazos que recibir uno. Debería trabajar en la ONU.
Luego está la parte física. El movimiento, el sonido y la combinación de ráfagas de aire caliente ascendente con rejillas de metro, por ejemplo. Hay gente que camina requetebien y que te dan ganas de seguirlos un trecho, sólo por seguir. Pero eso ya roza lo ilegal o lo patológico y hasta ahora no he cedido a estos oscuros instintos. Pero sí que soy de las que gira el cuello cuando alguien me recuerda alguna figura de Botero, a Alaska  o a Romay, siempre por amor a la ciencia y por deducir como funcionarían las leyes físicas. A veces me gano algún codazo para que no sea tan descarada, pero oye, es que el mío es un descaro genial, ¿o es que alguien le dijo a Picasso que dejara de mirar a esas putas sifilíticas, que se podían molestar? No entienden que estoy en medio de un proceso de análisis científico cuando pasa junto a mi un patinador en el paseo marítimo. Quiero decir que veo el movimiento antes que el cuerpo movido (aunque ahí no lo apostaría todo porque a veces elijo con mucho tino el cuerpo movido, misterios de la neurología) y me recreo en el vaivén de los brazos o en el ir y venir de las piernas. ¿No es bonito? ¿no es todo jodidamente bonito?
Os pillé. No. Mi larga experiencia en el campo de la observación, igual te digo una cosa que otra, ha hecho aumentar mis miedos llevándolos a su paroxismo, como la protagonista de rec desde que se entera que a lo mejor tienen que quedarse a cenar allí. Gritos e histeria.
Eso ocurre sobre todo por la noche. Salgo de casa. Una chica aporrea una cabina y le grita a un auricular que acaba de colgar. Un perro se escapa a toda leche y un tipo corre detrás de él a gritos. Me cruzo con un hombrón enorme que emite ruiditos extraños. Por la acera de enfrente un señor avieso en chanclas me mira con un brillo psicópata en los ojos mientras tira la basura. Un grupo de niños está sentado en un banco (ahí paso verdadero horror) y gritan y se tiran pipas y se empujan. La calle es dañina, me digo, y aprieto el culo camino de casa porque sé que algo horrible está ocurriendo en algún lugar.
Y ahí es donde dejo de mirar, y si pudiera echaba mano de un cojín para taparme la nariz. Lo desconocido se esconde donde ningún ojo lo encuentra.