Páginas

jueves, 24 de septiembre de 2009

Sala de Espera

Las salas de espera sirven, sobre todo, para imaginarse la vida de los otros. Ejemplo:
Una sala de espera de una consulta médica. Servicio Andaluz de Salud, 10 personas,  9:37 am.
La mayor parte de los esperantes son ancianos, y la mayor parte de las ancianas llevan batas de flores.
Ya de ahí, a golpe de travelling, se deduce que el nivel de vida de estos conciudadanos es medio-bajo.
También se encuentran señoras de mediana edad que luego tienen que ir a la peluquería y algo de juventud en chándal, pidiendo la baja laboral. Cuando vas en chándal tienes peor pinta, hay que saber vestir para cada ocasión.
El que viene a por recetas se diferencia claramente porque se mueve más. Es como si estuviera culpándose a sí mismo por no haberse colado ya.
Hay un señor en el asiento más cercano a la puerta, justo debajo de la lista de citas que ponen en el tablón. Esto suele pasar y se persiguen 2 fines principales: 1.- erigirse en organizador de las citas, quitándole el trabajo a la enfermera simpática que suele asomarse a la puerta a controlar al personal. Este señor te indicará de buen grado detrás de quién vas aunque no lo hayas preguntado. 2) olismear el interior de la consulta en la subida y bajada de pacientes, indagando en sus caras al salir, y analizando la del médico al entrar, si lo tiene a tiro con el rabillo del ojo. Luego es común que el señor ponga caras, loco por comunicar que sospecha que el médico hoy tiene un día de perros.
Cuando una ya lleva un rato y ha entrado en el juego endiablado de imaginarse las vidas de los demás, es común que el siguiente paso sea imaginar qué dolencia les lleva al médico de cabecera (así es como lo seguimos llamando aquí, por encima de Emilio Aragón y de quien se nos ponga por delante)
El señor de las recetas merodea la puerta de la consulta pero no presenta cuadro alguno. Es una tontería presentar un cuadro si uno no se lo sabe bien y si además no te gusta el arte. Debe de habérsele acabado el Espidifén y como es jubilado no está dispuesto a pagar un duro por él. Ni tampoco puede permitirse vivir sin él, como todos a estas alturas; yo sospecho que el espidifén lo trajo del futuro una chica con el pelo azul que se ríe por tonterías o tal vez es, como el slurm, algún tipo de defecación deshidratada de algún bicho superasqueroso. Prefiero no pensarlo y limitarme a reverenciarlo como la panacea médica que es.
A ver, que me pierdo. Este hombre no tiene nada, seguro. Y el guardíán de la  puerta, lo más que va a tener va a ser la tensión y viene a tomársela cada dos por tres. De ahí que se sienta con el derecho y el deber de ser hospitalario con las visitas (qué bien buscadas las palabras  eh?).
Señora de la bata #1: Pies hinchados. Problemas de circulación. A veces busca en el bolso el móvil y lo mira con la parte de abajo de las gafas. Está esperando a que le llame la hija que dijo que venía a comer y/o a llevarle la compra. La hija estará entrada en carnes, como la madre, seguramente con varices ya.
Señora de la bata #2: se abanica golpeándose el pecho. Cris, cris, cris, cris... ra racatá (esto es cerrar y abrir el abanico de nuevo, que es algo que se hace mucho sólo por hacerlo) Menopausia, parece. Es una señora lozana que se ve que ha echado cuerpo desde que se le está retirando la regla. La verdad es que no hace tanto calor.
Señor de gorra y bastón: Diabetes fijo. De hecho seguramente esta mañana ya se ha dado un garbeo por el parque y eso que las piernas las tiene también regular. La dieta llevarla no la lleva, porque se come sus buenos cuscurros de pan, pero andar anda más que un reloj de cuarzo. Yo me encuentro mu bien, doctor, a ver si no llegamos a lo de pincharse.
Joven en chándal #1: este chico está muy resfriado. Es una época muy mala. Viene a por la baja laboral, eso seguro, ¿pero es lícito pedirle a un enfermo que vaya a recoger su baja a su centro de salud, la misma baja que acredita que no puede ir a trabajar porque está en cama? Yo es que hay que cosas que no, que no... Este chico tiene fiebre y sólo de ver a la del abanico le dan escalofríos de los chungos.
Joven en chándal #2: es una chica y para hacer honor a la verdad lleva vaqueros. Pero la idea es la misma, porque lleva una sudadera de fruit of the loom del año de los verdiales. Como no le veo síntomas externos, voy a hacer un alarde de aprendizaje significativo adquirido en mis visionados de las 3 primeras temporadas de House. Luego ya lo dejé porque empezó a ser un poco predecible. Esta chica tiene un empaste de plomo que lleva ahí desde que tenía 8 años, y que le perpretó un odontólogo argentino que cerró la consulta al año siguiente y al que no se le volvió a ver. A pesar de que el empaste es más duro que el Arcoyano ha ido erosionándose, permitiendo que ciertas partículas de ese plomo nocivísisimo pasaran a ser digeridas por la sencilla muchacha de fruit of the loom. Su organismo lo asimiló sorprendentemente, ya que uno de sus ancestros más remotos una vez sufrió un descarga por un rayo y mutó genéticamente haciéndose inmune al zumo de limón, bebida que la chica ingiere con una frecuencia inusitada y que al contacto con las pequeñas partículas de plomo hacen una aleación biomortal que modifica su adn y hace que tenga todos sus órganos levemente metalizados. Esto la hace inmune a daños externos aunque últimamente se ha estado sintiendo apática y poco activa. Lo que no sabe es que su inmortalidad ha acabado también con su capacidad para sentir emociones. También cursa con episodios de estreñimiento severo. Imagino yo. Y seguramente es mejor que la verdad, que puede ser también que cree que se ha quedado preñada sin querer.
Señora aún no mayor: por la manera en que cruza los brazos bajo el pecho se diría que hace unos días se notó un bultito al salir de la ducha. Como es más bien hipocondriaca y como a la vecina de cuando vivía en la otra casa le diagnosticaron un cáncer que la trajo por la calle de la amargura, menos mal que no pasó nada, ha decidido gritarle al doctor desde el primer momento "Quiero una mamografía ya", no vaya a ser que le den largas y luego viene la negra y el médico en su casa tan tranquilo.
Madre con niño: Nada, el niño, que dice que cuando corre se ahoga. ¿pero cuánto corre el niño, oiga? le dirá el médico, porque si yo hago la carrera de los mil metros en 3'12 también me ahogo. Pues cuando corre de correr, en el recreo y cuando le persigo con la zapatilla. De hecho por eso me di cuenta, que dió la zapatilla en una puerta y él  me miró con una carita de no tener oxígeno ninguno... Asma. Al pediatra. Siguiente!!
Esa se supone que soy yo.
Pero yo no he ido al médico recientemente, fíjense, sin actimel ni vacuna de la gripe ni mojigangas de esas para débiles. Yo estoy sana como una manzana. Pero verá usted, doctor, a veces me aburro y me siento tan poca cosa, tan triste... No me dió la baja por depresión porque me faltó el chándal, todo lo tengo que aprender a palos.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Soñar con los ojos abiertos, en un sentido menos profundo

Qué despertar más malo.
He tenido un sueño agotador de por lo menos 20 minutos en los que perdía mi tripulación del barco pirata y sólo quedábamos mi lugarteniente y yo. Yo era el capitán del barco (ojo, capitán, no capitana) y había amarrado el cadáver de cada marinero a su puesto para guardar las apariencias.
Al pasar con el barco junto a la casa donde me crié aprovechamos el viaje para dejar a un gatito que llevábamos a bordo animándole a cruzar desde la mayor a la rama de un pino. El gato resultó ser un poco tonto y en cuanto pisó la rama se tiró al vacio. Luego se fue sin más.
Tras eso descubrí que el imaginario mar que no debería estar ahí -porque eso de siempre había sido una carretera- estaba siendo reprimido en gigantescas presas caseras, hechas por ejércitos desconocidos que esperaban a que llegaran las hordas moriscas desde el otro lado del estrecho. Pero las presas estaban muy mal hechas y mi lugarteniente y yo corríamos por arenas traicioneras llenas de musgo en determinadas zonas y en paralelo a un horizonte de enormes chorros de agua a propulsión, uno por cada farola de la ciudad que asomaba de entre las nuevas presas.
"El mar no puede ser dominado- decía yo, mientra el agua se filtraba por la tierra a una velocidad de vértigo- pronto estaremos anegados de nuevo". "Y nos hemos dejado el barco en tu casa" dijo mi lugarteniente, como quien habla de haber olvidado el paraguas.
Cuando el nivel del agua empezaba a subir, a lo diluvio universal, nos agarramos a lo que pudimos e intentamos nadar, pero ya se oía a los moros llegar con esos alaridos del desierto que hacen estremecer.
Llegamos a una costa desconocida, tras nadar a una velocidad que sólo podría haber igualado johny weismuller cuando era tarzán, y en la costa había una fortaleza extraña, piedra por fuera y bloque de apartamentos por dentro. Allí me escondí en solitario de un guardia de sable curvo en un cuartucho que parecía una portería. No volví a ver al lugarteniente.
Salí de la portería a hurtadillas. Sabía que me encontraba en una situación difícil. Estaba en el corazón militar del enemigo y estaba desarmado. El interior de la fortaleza estaba hecho una mierda y me perdí. No sabía cómo llegaría de nuevo a la playa y sabía que tendría que hacer otra vez el weismuller para llegar a mi barco.
Estaba atrapado. Entonces me pareció ver una cara horrible asomando tras una puerta blanca.
Sí, efectivamente, era la cara de una bruja, una cara que medía como un metro, con su nariz verde y sus orejas largas, y se escondía concretamente tras las puertas del armario de mi cuarto, mi cuarto actual, donde yo dormía.
En realidad tenía los ojos abiertos.
Pero seguía soñando porque veía aquella bruja y la oía, y no podía mover ni un músculo de mi cuerpo, ni siquiera podía terminar de abrir los ojos. Luchaba por hacerme con el control de mí misma entre las risotadas de esa bruja infernal y entonces me pareció conseguir mover la mano y alcanzar el móvil de la mesilla, donde lo pongo cada noche para usarlo de despertador.
Con el resto del cuerpo anquilosado, apunté con mi brazo móvil y el móvil (valga la redundancia) a la cara del ser grotesco que me atenazaba desde la puerta abierta del armario.
"Muere, muere!!" le decía yo.
"Es verdad, me muero, me muero!" decía ella.
Y entonces conseguí moverme en mi cama y levantarme alterada después de tanta aventura onírica. En realidad no había cogido el móvil, aunque estaba ahí, y la cara de la bruja ya no era una cara.
Me acerqué al armario y vi que la nariz había sido mi camisa verde, y el resto de arrugas y deformidades estaba compuesto por camisetas y blusas multicolores.
No volveré a dormir con la puerta del armario abierta.

Epílogo: quisiera disculparme por el rollazo que me he marcado sólo para decir que qué chungo es seguir soñando cuando ya tienes los ojos abiertos. Faltaría también un desarrollo formal del sentido metafórico que puede tener esta frase aplicada a la vida, pero ya no tengo más ganas.

Un saludo

jueves, 17 de septiembre de 2009

Love or Leave Me - Nina Simone

http://www.youtube.com/watch?v=GEQpipS_qfc
Esta canción es una de mis favoritas.
Quería compartirla porque Nina Simone ha sido uno de mis mejores descubrimientos personales de los últimos años. Por eso mi gata se llama Nina y el próximo gato se llamará Simón.

Un saludo!

sábado, 12 de septiembre de 2009

SICAV

Hoy escuché en la radio una entrevista a un señor de mucho saber, un catedrático en Economía, que explicó lo que es un "Sicav". Parece ser que se unen unos señores muy ricos, al menos 100, para crear una especie de sociedad limitada de inversión, cuyo fondo mínimo es de 2400 millones de euros.
Cuando el hombre de mucho saber dijo esto, Isabel Gemio se quedó como trastabillada, cómo qué? lo qué?, pero es que este hombre se había liado y había puesto algún cero de más. En realidad eran 2 millones 400 mil euros. Me quedo más tranquila, comentó Isabel, aunque tampoco sé bien cuánto es eso.
Comentaba este señor que normalmente, aunque participen 100 inversores, suele darse que en su mayoría las cantidades que aportan son pequeñas y que sólo uno de ellos, tocado con el dedo corazón de dios (luego levantó la divina mano y el gesto se quedó para los demás), es el dueño y señor de las montañas de monedas en las que tio gilito hubiera perecido ahogado.
Y estas sociedades pagan impuestos, claro está.
Hasta entonces, antes de entrar en el tema sicav, habían estado comentando el de la subida de impuestos. El señor decía que no era una buena medida, pero que en cierto modo se había hecho necesaria; que el IVA que pagamos los españoles es de los más bajos de la unión europea y que aún podíamos permitirnos subir un 2 % y perder posiciones en un ranking en el que, sorpresa, íbamos bien; que no iba a suponer demasiado para los españoles y que probablemente y cruzando los dedos el consumo no iba a verse afectado; que nuestra presión fiscal no era mucha comparada con el resto de Europa pero que en realidad eso podía llevar a engaños, porque los europeos pueden pagar más impuestos, pero tienen más coberturas, así que quito de aquí para poner allí y el resultado es el mismo. El hombre hablaba que era una monería, teniendo en cuenta que siendo yo de letras mixtas y habiendo dado matemáticas resumiendo y rapidito me quedé bastante bien con la copla.
Entonces llegó la pregunta del millón. De los 2 millones 400. ¿Por qué no se suben los impuestos de esas rentas altas que participan en los sicav?, dijo Isabel. Muy sencillo. Porque si se suben los impuestos a las rentas altas, con el rollo ese de arrimar el hombro, como en una familia, para salir de la puñetera crisis nos encontramos con que sí, que es lo justo, que es lo suyo, pero que a los sicavrios les puede parecer regular y pueden querer llevarse sus dineros a otro país donde les traten mejor. Pueden incluso indignarse o sufrir un terrible disgusto.
Así que es mejor que le paguemos el café al jefe en el desayuno, o que no le cobremos al milloneti de turno cuando venga a nuestra tienda o que seamos como el sastre de Campillos, que cosía de balde y ponía el hilo. O el culo; o podríamos también recuperar lo del derecho de pernada, qué bonita costumbre, para que no se nos vayan.
Lo malo es que no lo descubres ahora; lo sabes, lo callas y tiras. Pero cuando alguien te lo dice a las claras te dan ganas de ser biólogo, mutar un virus y hacerlo letal, llevarte a los colegas a un búnker y esperar unos años a que no haya nadie sobre la faz de la tierra. Y cuando volvamos a cagarla, volverlo a hacer.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Terror en el hipermercado

Ayer me contaron una historieta.
Me dijeron que habían despedido a un guardia de seguridad de Media Markt porque a la hora del cierre...
Bueno, lo cuento bien. Estaban estando un guardia de seguridad de Media Markt y un jefe de sección (una sección) a la hora del cierre. Convinieron en repartirse las zonas a desparasitar de clientes quedando uno en la planta de arriba y otro en la de abajo. Hicieron un Comando Cierre Vamosquenosvamos.
Y se fueron.
En mitad de la noche, llamaron (no sé quién, me falta ese dato, pongamos que los servicios de emergencia ¿?) al gerente de Media Markt para que acudiera cuanto antes al centro comercial porque había un señor encerrado en la planta de arriba. Pegado al cristal que da a la escalera mecánica, me imagino yo, como un niño burbuja.
El señor fue liberado, eso ya no importa tanto, y el guardia de seguridad, que debió comprobar per se que todos los clientes habían abandonado el establecimiento, fue despedido. Pero lo que a mí me gustó, lo que me hizo dejar de picar pimiento y mirar hacia la persona que hablaba, fue escuchar que este señor, este héroe de la vida cotidiana, se había quedado frito en un sofalito de las teles, arrebujado como en el salón de su casa. Estupendo.
Él, indiferente a los mensajes consumistas, a los grandes carteles con exclamaciones de ofertas, a la música comercial que no para, que te invita a que no pares, a la gente que empuja, a las mil pantallas de muchas pulgadas emitiendo a la vez, había tenido el poder sobrehumano de echar una cabezada.
Me imaginé el momentazo en el que el señor este abriera un ojillo, despacio, y luego el otro, mirara alrededor desperezándose y descubriera que estaba... ¡hostias! ¡que me he dormido! ¡que esto lo han cerrao!... ¡Atrapado en el Media Markt!

Pensé que era una idea genial para un corto. Perfecto para alguien de audiovisuales. El tipo, solo, a oscuras, rodeado de electrónica del futuro hoy... Para no chafar la aventura, el señor no tendría móvil, o lo tendría sin bateria o fuera de cobertura, si no no tiene gracia. Lo primero sería comprobar que las plays están desenchufadas. Tras el chasco, bajaría a la planta baja a terminar de comprobar, como si hiciera falta, que no había ni un alma, al principio con prisa, como si se fuera a quedar sin oxígeno y luego despacio, pensando en que su mujer no le iba a creer ni media como no presentara un justificante de la policía cuando saliera de allí. Luego se pasearía un rato pensando qué hacer, elaborando en voz alta un plan de acción, toqueteándolo todo porque en esa situación es un deber moral.
Luego va al ascensor. Lo mismo, se dice el hombre, el ascensor este baja hasta el parking y por ahí me voy como el que no quiere la cosa. En tal caso, se dice, me llevaré algún recuerdo que bien me lo he ganado. Un ipo de esos o una xbox. Pero no va a tener suerte y está otra vez en la planta baja, toqueteándolo todo.
Se acerca a la persiana metálica y la agita y la mueve y grita, pero sin ganas, porque le está viniendo el sueño otra vez. No va a venir nadie, piensa. Aunque sin saberlo ya ha activado la alarma silenciosa y los servicios de emergencia ¿? ya saben que algo va mal.
Ya está, el teléfono. Sube velozmente las escaleras, sintiéndose un poco Bruce Willis, y se mete tras el mostrador de información de la sección de música. Había otros mostradores, pero el de música era el de su zona, porque estaba más cerca de su sofá. Agarra el teléfono con decisión y marca el número de su parienta. Loli, escucha, no te lo vas a creer, es lo que piensa decirle. O flipa, Loli, mu fuerte. Pero el señor no sabe que para hacer llamadas externas hay que marcar un prefijo y por lo tanto, no hay quien conecte con el mundo exterior. Mayday, mayday, dice, pero no suena más que un pitido continuo.
Se sienta suspirando en la silla tras el mostrador y ya empieza a pensar en qué muerte más mala, y en qué pocas veces le digo a Loli que la quiero.
Se levanta y aún le quedan 20 minutos (los servicios de emergencia ¿? son así, que lo mismo tardan 20 minutos que una hora que dos) toqueteando y toqueteándolo todo hasta que se escuchan pasos apresurados en los pasillos del centro comercial. El señor se precipita a la cristalera que da a la escalera mecánica (ese es el fotograma niño burbuja) y se pone a golpear el cristal. Estoy salvado! Salvado! Y desde fuera se le vería abrir la boca mucho pero no se le oiría ni gota.
Al fin lo ven, el ladrón está allí arriba, lo tenemos rodeado (los servicios de emergencia son muy pretenciosos a veces) y corren hacia la puerta a esperar a que llegue el gerente con la llave.
El señor baja y se pega a la persiana metálica: "¡que me han encerrado aquí, oiga, que yo no quería! ¡que es que trabajo mucho y se me ha ido el santo al cielo, desde las 6 que estoy despierto y pues... que me he quedado frito. Pero frito. ¿Me van a sacar de aquí?"
"Documentación" por toda respuesta y desde el fondo aparece corriendo un señor en chándal, el gerente, con el pelo de punta y la marca de la sábana en la cara.
Es el fin de la aventura. Nuestro héroe no sabe que acaba de pasar por su momento más glorioso, aunque con el ruido de la persiana metálica subiendo le ha invadido un no sé qué, como una nostalgia, como un síndrome de Estocolmo raro, que le ha recordado el sueño de su infancia de esconderse en la tienda de juguetes y esperar a que cierren.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Comprar un bebé

Hoy he escuchado en la tele, en Espejo Público, una noticia que ha indignado a los allí presentes.
Han sido detenidos dos hombres por intentar vender un bebé de cuatro días a un señor venelozano que les pagaba 18000 euros. La madre, que era búlgara, tal vez no estaba muy al tanto de la situación (o igual sí, están investigándolo) y alegaba que no podían hacerse cargo del niño. Uno de los detenidos es el marido, que presuntamente es el malo de la historia, el cerebro que maquinó la idea.
Que un niño recién nacido esté en venta no me extraña, esa es la verdad. Que nazcas y de repente estés en el mercado no dista tanto de la idea de humanidad que tengo en la cabeza. Lo que me extraña es que de verdad pueda sorprendernos y además que nos ataque la moral.
No sé si conocen estos programas matutinos como Espejo Público, o Ana Rosa u otros por el estilo, que van a buscar la sangre como perros de presa, o más bien de caza porque llegan a la víctima cuando ya todo ha pasado y la llevan entre los dientes precisamente al que le pegó el tiro.
Y si los conocen, sabrán que no sólo muestran asesinatos, desapariciones, padres rotos de dolor e hijos llorosos, si no que además se revuelcan en el fango de la indignación ante la afrenta (cualquiera) y se refocilan en una ilusión de superioridad moral con la que tratan de llegar a las amas de casa para hacerlas sentirse mejores personas.
Pues si partimos de ahí, pueden imaginarse lo dolidos que se han mostrado los contertulios y la presentadora ante la sola idea de que un bebé pequeñito haya podido ser vendido por dinero.
Emplearon sus términos polivalentes habituales: canalla, desgraciado, inhumano, vil, ruín, etc. Los intercalaban cada x tiempo, para dorar sus intervenciones. Y concluían con la manida frase "esperamos que se haga justicia" a la que nunca sigue la que debería: "tal y como aquí hemos hecho en un ratito".
En este caso nadie ha hablado de las adopciones y del dinero que se gasta la gente en "adquirir" un niño, en ser una familia idónea. Ni tampoco de los programas de fertilidad en los que los padres se dejan un pastizal sólo por intentar tener un bebé.
Adónde va ese dinero? Parece que al estado o a las clínicas privadas, aprovechando que hay padres que no lo son por mala suerte y que dejarían hasta el último céntimo de sus miserables nóminas por conseguir serlo alguna vez. Y se dejan más de 18000 euros.
Pero ese es el medio adecuado de comprar un niño, no en el mercado negro a la puerta de un hospital y recibiéndolo calentito del vientre de una madre que no va a poder cuidarlo, o no va a querer, no sé qué es peor.
Porque si esperas en la puerta de un hospital estas siendo el mismo diablo, comprando almas, que son todas del señor, y no tienes derecho y eres un vil y un desgraciado y un inhumano.
La única vía es dejar el dinero como miguitas de pan por el camino, un poquito para este, otro poquito para este otro, que no pueda uno sumar el total hasta que, sin tener la certeza de que llegue el momento, consigas estrechar entre tus brazos a tu hijo, o al hijo de alguien, para poder descansar de momento de tanto soltar pasta.
La paternidad es un negocio aquí y en Pekín (sobre todo en Pekín) desde antes de que el bebé nazca y se mueven cantidades bestiales de dinero; y se grangean cantidades alarmantes de dolor, y de decepción y de desesperación. ¿Tenemos entonces derecho a golpearnos el pecho si alguien paga 18000 euros por comprar un bebé? Deberíamos más bien mirar debajo de la alfombra y sacar la ruindad propia, y darnos los golpes en el pecho por esa ruindad, la que nos toca directamente, sin salvar nuestros culos sólo porque alguien más tonto hace lo mismo pero más evidente, y además ilegal.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Esto de la vida es una pantomima.
Se la pasa uno viendo cómo justificar lo que hace y lo que no hace, con carácter retroactivo, y por qué se está dónde se está y no en ese otro lugar misterioso e inalcanzable en el que no se está.
Lo peor es que en cualquier momento se acabará lo que se daba y ya no habrá manera de consolarse pensando que en cuanto puedas, cuando tengas un ratito, en cuanto te dejen por fin a solas contigo misma, harás las cosas como quieres hacerlas.
Desde mi deplorable condición burguesa, suelto cosas por la boca que a mi misma me derrapan en los dientes y me los hacen rechinar. Desde mi abominable seguridad social (en todos los sentidos) veo la calma que habría de reinar y no reina, y es un misterio al que nadie encuentra solución desde aquí.
Si de algún modo yo no estuviera donde estoy, en este levantarse por la mañana con un despertador y acostarse por la noche con ruido de televisión, con intervalos de comida precocinada o, si hay suerte, cocineo de mi madre, ¿dónde estaría? y lo que es más importante, ¿cómo se ve el mundo desde allí? Tal vez nunca me libere de mi miedo a perder lo que tengo, ese algo indefinido que me convierte en ciudadana respetable, vecina, votante, contribuyente y beneficiaria, pero si alguna vez me armara de valor y tirara todo al váter, o la propia vida me lo quitara jugando sin importancia y me arrojara a los leones, lo más probable es que me entrara la risa floja, hasta estallar en carcajada, por tener la certeza de que el juego ahora puede empezar a ponerse bien.