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miércoles, 14 de octubre de 2009

Punto de fuga

Según un estudio que he llevado a cabo, si en el transcurso de una conversación el sujeto oyente desvía la mirada de manera súbita hacia un punto indeterminado del cielo o del techo (según las circunstancias físicas del entorno) sin venir a qué, 8 de cada 10 interlocutores buscan con la mirada, también de manera súbita, ese punto indeterminado anteriormente mencionado.
Según, a su vez, la teoría que pretendo demostrar y que no podré demostrar porque a ver cómo, esto se debe principalmente a 8 motivos:
1- La vanidad. El sujeto emisor en este ejemplo de comunicación no sólo descubre la ruptura de la comunicación por el efecto de un agente externo desconocido sino que aprecia además que ese agente es positivamente más interesante que aquello que el sujeto venía desarrollando. En muchos de los casos es notable la sensación de ofensa que se produce en el sujeto, pero normalmente se lo callan.
2- El instinto animal. De manera inconsciente el sujeto emisor suele volverse en un afán apresurado de evitar el impacto de algún proyectil, y se barajan en un tiempo brevísimo las posibilidades de que se trate de una cagada de pájaro, una pelota de golf, un ala delta sin rumbo, los residuos de un wáter aeronáutico o incluso una colleja de Dios. Este tipo de pensamientos tampoco los puedo probar.
3- La envidia. Algunas reacciones menos violentas indican cierta frustración y suelen manifestarse en pequeños y repetidos alzamientos de cabeza hasta realizar el definitivo que deja la mirada fuera del contexto comunicativo. Suele deberse a que reconocen que se están perdiendo algo y que una vez más no han sido los primeros en verlo.
4 - La ilusión. En algunos sujetos ese tipo de alteraciones del orden comunicativo los llevan a un estado de excitación que viene dado por una especie de intuición de la alegría. Esto ocurre en individuos muy propensos a la exaltación de la vida, como hippies, niños pequeños, catequistas, etc. que interpretan la ruptura del diálogo como el comienzo de alguna nueva y disparatada aventura. El pensamiento paralelo a esta emoción podría ser: "¿qué pasa? ¿qué pasa?"
5 - La extrañeza. Algunos individuos no conciben que pueda haber algo más interesante que su conversación y no llegan a asimilar que el foco de atención se desvíe de ellos mismos. Suelen arrugar la nariz y decir "¿qué miras?" como con asco al tiempo que recuperan el hilo de sus pensamientos con un "como te iba diciendo..."
6 - La baja autoestima. Algunos de los sujetos daban por perdida la interacción mucho antes de que el experimento se llevara a cabo así que, con naturalidad y convencidos de que ese momento llegaría, desvían la mirada hacia el agente externo interruptor (inexistente) con una sonrisa en los labios.

7 - El efecto pelota de Nivea. En personas adultas se demuestra que ante un estímulo como este se da un movimiento no voluntario de desplazamiento en busca de algo, sin duda motivado por las lluvias de balones de playa y paracaidistas de plástico en las playas durante los años 80.
8 - El egoísmo. El sujeto no sólo dirige su mirada hacia el punto de fuga mencionado sino que da la espalda al sujeto oyente y lo bloquea por si fuera algo de comer lo que se avecina del cielo. ¿Puede tener la ascendencia judía algo que ver con esto? Tengo que revisar los historiales.

Del 20% restante un 10 % me recomendó un quiropráctico para el problema de vértebras y el otro 10 % restante aprovechó para bajarme los pantalones (del pijama, gracias a Dios estaba en casa) y tuve que castigar pavlovianamente su conducta con baños de electrocución.

1 comentario:

loquemeahorro dijo...

Muy bueno, yo creo que estoy en el grupo de "baja autoestima" porque pienso "jo, no me está haciendo ni pugnetero caso".

Intuyo que veías "Muertos como nosotros", no?
A mí al principio me parecía que estaba muy bien, muy original...pero luego se perdió un poco, o me perdí yo, porque me puse a mirar hacia algún balón de nivea ...