Páginas

lunes, 29 de marzo de 2010

LA GOTERA II

El señor Paco pidió su cita como todo hijo de vecino y se plantó en el médico, donde tuvo que esperar algo así como una hora. Cuando ya, hombricaido y ceñifruncido, se preguntaba para qué se pide cita en este país de imbéciles salió la enfermera y le pidió que pasara a la consulta.
- Verá usted, Dr. Juan, yo oigo una gotera.
- Ah
Se hizo un incómodo silencio, durante el cuál las miradas de ambos hombres se sondeaban casi retándose al primero que ría pierde.
- Pues es verdad, yo también la oigo
- pero es que no hay ninguna gotera, doctor.
- Mm. Le vamos a hacer pruebas.
El dr. Juan multiplicó sus brazos rellenando pases a especialistas, y le comentó de pasada que volverían a verse en un periodo no superior al año, para revisar los diagnósticos de sus compinches.
- Dr. Juan, yo no llego al año.
- Ah
- Me muero antes, se lo juró por mi madre que dios la tenga en su santa gloria.
- Mm. En ese caso, vaya usted a urgencias gritando como un energúmeno y mañana se pasa por aquí.
Al día siguiente, con las pruebas en la mano y la piltrafa de señor Paco que había quedado tras su paso por urgencias ante sí, el dr. Juan dictaminó, meneando la cabeza y suspirando sombriamente que, efectivamente, el señor Paco estaba sano como una pera.
- ¿Como una pera?
- O una manzana o un roble o lo que usted prefiera para estos casos.
- ¿Y la gotera?
- Bueno, teniendo en cuenta su situación yo diría que está usted sano como una pera con goteras, pero hasta ahí puedo leer. Sólo me queda recomendarle que beba mucha agua, que tome 5 piezas de fruta al día y que se apunte a natación. No puedo hacer más por usted.
- Ah
- Vaya usted a un psicólogo.
Y el señor Paco se fue del médico con la gotera a cuestas, hombricaido y ceñifruncido, a buscar en las páginas amarillas algún psicoanalista que no fuera argentino, lo cual no fue nada fácil.
Cuando por fin encontró a la srta. Mara Villa, le pareció que por fin la cosa se iba a poder arreglar.
Era una mujer dulce de carácter pero con unos arranques algo violentos que, todo hay que decirlo, no disgustaban del todo al señor Paco. Charlaban de su madre, de su padre, de la abuela y del tio Alberto, aunque el señor Paco no acertaba a establecer la relación que tenían con su gotera, por más que la srta. Villa le preguntaba si alguno de ellos solía dejar el grifo abierto. Tras 3 años de sesiones, cuando ya la srta Villa empezaba a llamarle boludo por menos de un pimiento harta ya de la goterita, ocurrió que ella recibió un premio de la "Asociación de Mujeres Freudianas y Terapeutas Florales" que celebró lléndose a estrellar contra la cristalera del despacho. Sus arranques violentos eran proporcionales a la alegría que sentía, quiso entonces entender el señor Paco, y se sintió honrado en lo que le tocaba por haberla sacado tantas veces de quicio.
Siguieron sus sesiones en el hospital, pero la pobre señorita decidió pasar a sus pacientes a un compañero argentino porque las escayolas por todo su cuerpo le impedían tomar nota.
- Entonses vos llevás con vós una gotera connnstannte.
- Sí
- Y qué sentís? habláme de vos, habláme...
Ni media sesión aguantó el señor Paco. Se levantó, se alisó los pantalones y con un sencillo "Si me disculpa" fue a ver si encontraba un puente favorable a los propósitos que ahora tenía en su cabeza.
Llevaba ya 4 años de gotera imperturbable y lo único que le había ayudado a sobrellevarlo era haberse enamorado de una esquizofrénica de nombre delicioso. Así que... sí, había que suicidarse.
Para más seguridad buscó un puente bajo el cual pasara un tren; preparó una pistola y se puso al cuello una soga bien atada al entramado de hierro del puente, lo bastante larga como para despanzurrarse pero asegurándose la posibilidad de morir ahorcado si el tren le arrastraba. Miró el reloj, se encañonó la sién y cuando iba a disparar se le enredó la correa de un perro entre las piernas que le hizo perder la estabilidad y dirigir su disparo fatídicamente contra el propietario del perro.
En ese momento el tiempo se dilató como se imaginó que pudiera estar haciéndolo el universo y sólo se oía una gotera, sorda y pesada, acompañando la imagen del desplome de un... sí, un cadáver.
Le cayeron 10 años de prisión por homicidio en primer grado, porque no faltó un vecino que dijo haberle visto merodear el puente todos los días a la misma hora en busca del perrito de marras, sin duda con el fin de arrancarle la vida al dueño. No consiguió convencer al jurado de que la soga, la pistola, la hora, el puente, todo... estaba calculado y preparado para poner fin a su propia vida. Lo que le falló fue terminar la frase diciendo "si ese jodido perro y el imbécil del dueño no se hubieran puesto en medio".
En sus 10 años de cárcel ha invertido gran parte del tiempo en intentar matarse sin éxito, pero hace un par de meses que tiene compañero en la celda y parece que la vida ya  no es tan sombría. Ahí lo tenemos, en la celda con su compañero Eufrasio, que es noble aunque mató a su amigo Eustaquio por haberle robado una gallina. El señor Paco ve que su mirada se enturbia y sus labios se aprietan de una manera poco común.
- Eufrasio, qué te pasa.
- Señor Paco, esta gotera tuya...
- ¿si?
- ...la pués parar?
- no
- Pues no me queda otra

Y se abalanza sobre el señor Paco con ánimo doloso, las manazas proyectadas hacia su cuello y la ojos vueltos, gritando "la puta gotera de dios! la gotera de los cojones!". Allí mismo lo va asfixiando y el señor Paco aunque al principio se resiste, poco a poco se deja llevar y escucha las gotitas cada vez más espaciadas.

Y se muere. Y la gotera cesa.


FIN

viernes, 26 de marzo de 2010

LA GOTERA

El señor Paco donde quiera que va escucha una gotera.
Lleva el pobre hombre unos quince años con el problemita y habiendo intentado por todos los medios deshacerse del contumaz ruidito no ha conseguido eliminarlo.
Al principio pensó que era una gotera real porque es lo primero que se piensa, que uno no está loco. Pensó también que al salir de casa el ruidito le seguía del mismo modo que cuando te acuestas un sábado por la noche sigues oyendo el jodido subwoofer dentro del pecho. Llamó a varios fontaneros pero pónganse ustedes a explicarle a uno de estos señores que hay una gotera pero que hay que buscarla, que se debe haber metido debajo de la cama o algo así. Esto era cuando el boom inmobiliario, entenderán ustedes que los especialistas técnicos en reparación de saneamientos y desalojo de aguas no estaban para perder el tiempo levantando la colcha del señor Paco para buscar la gotera, con la de pelusas que había ahí.
Se dejó una pasta el hombre y no consiguió siquiera que le dejaran terminar las frases, así que, tras denodados esfuerzos por localizar la gotita cansina que caía una y otra vez, empezó a pensar en otras causas del problema. Podría ser una gotera interna del edificio. ¿Cabe esa posibilidad? Pues la cuestión es que el señor Paco lo pensó y lo vió razonable. Llamó al seguro.
El perito no supo qué fotografiar pero oía la gotera claramente y llamó al fontanero, que resultó ser uno de los que el señor Paco había  invitado a cerveza en casa.
- Que no es del edificio, hombre, que esto tiene más pinta de ser un poltergeist que otra cosa. Me lo vas a decir a mí, que llevo 20 años en la profesión y 8 durmiendo en la cama donde murió mi suegra. Un poltergeist es lo que es.
Así que el señor Paco llamó a un exorcista, que aunque todavía no tenía el título había alquilado un equipo muy bueno de grabación para dejarlo encendido toda la noche en casa del señor Paco. Como el señor Paco no podía dormir con la jodida gotera se pasó la noche en blanco algo más entretenido mirando el piloto rojo de la grabadora y el escanner de sonido que había dejado el exorcista puesto para que se viera que era un equipo de alquiler pero bueno.
Al día siguiente oyeron la cinta y se mezclaron los ritmos de dos goteras. El señor Paco se preparó una tila y despidió sin miramientos al exorcista de tercera mientras llamaba a la casa Parroquial.
- Hola, don Pedro, me haría falta que me mandaran a casa a un cura.
- ¿Se está usted muriendo, señor Paco?
- No, no, que aún no me llama el todopoderoso, algo tendré todavía que hacer por aquí... Lo que tengo es una gotera.
- ¿Y el cura para qué es?
- Verá, don Pedro, se lo digo sin miramientos... esto es el demonio que se me ha metido en casa.

Don Pedro no suele llevar alzacuellos pero fue corriendo a recortar una cartulina blanca para ponérsela bajo el cuello de la camisa y luego se precipitó hasta la casa del señor Paco cual fan de los Jonas bros.
Los ojillos le brillaban mientras lo rociaba todo con el hisopo del agua bendita y murmuraba cosas en latín de las que aprendió en el seminario. Cuando no le venían a la cabeza las oraciones completas las terminaba como le parecía porque ese es el poder de la fe, que te convierte en instrumento del Señor.
Tras dos horas de rocío sacrosanto, en los intervalos de silencio que dejaba entre letanías (ya por tener la boca un poco seca) seguía pertinaz la gotera machancando las neuronas de don Pedro y del señor Paco, que empezaba a acordarse de la Virgen María. En esto don Pedro pidió una cerveza fresquita, por lo de la boca seca y para preparar un nuevo asalto, que ya no había agua bendita, y el señor Paco descubrió avergonzado que todas sus cervezas habían salido con los fontaneros.
Bajó a la tienda a por más.
Cuando subió, don Pedro le miró muy raro y tras un segundo le ametralló a agua bendita con toda la maldad que no se le presupone a un párroco.
- Va de retro, Satanás! Aléjate alma pecadora!! Tú y sólo tú llevas contigo la gotera maldita!!
Le hizo allí  mismo una sesión de atamiento y exorcicio y luego se marchó llevándose las cervezas y prometiendo volver mañana, para certificar que el diablo había abandonado su cuerpo. Pero el diablo no se fue ni mañana, ni pasado ni al otro, y don Pedro perdió el interés. Basta imaginar que tienes atado al guapo de los jonas bros en el salón de una casa y puedes verlo cuando quieras. Se pierde el interés.
Tras esto, lo que le quedó al señor Paco era ir al médico.

Mañana más